Día de “San Esteban” 2021

El pasado 20 de agosto conmemoramos el Día de San Esteban, patrono de nuestro colegio. Para la ocasión el Pastor Reiner y el Padre Jorge nos han hecho llegar sus bendiciones. Compartimos con ustedes la reflexión del Pastor Reiner y el video con el mensaje del Padre Jorge en el enlace que figura al pié.
“Yo soy la luz que ha venido al mundo, para que todo el que crea en mí no viva en tinieblas.” (Juan 12, 46)
El llamado a una vida en “Santidad Cristiana”
¿Cuál es el legado que el Rey Esteban (nos) dejó?, ¿qué es lo importante para nosotros? Lo podríamos definir como una “vida en santidad”. Ahora, ¿Qué es una vida en santidad?, ¿cómo es?, ¿hay que apuntar a la perfección?, ¿ser el mejor en todo?, ¿el más creyente?, ¿y si no soy nada de eso, si fracaso una y otra vez…?
Creo que en el fondo sabemos que hablar de “perfección” es relativo ya que por lo general nos movemos entre los dos extremos: a veces somos “buenos”, las cosas salen bien, otras veces tropezamos y le causamos dolor al que más queremos. Es por eso que todos tenemos nuestros “ídolos”, personas que simbolizan todo aquello que quisiéramos ser o tener. Pero: ¿los ídolos, estrellas de cine, del deporte o del rock, o, como en el caso del primer Rey Húngaro Esteban…, reúnen todo lo que es perfecto?
Voy a compartir con ustedes la experiencia de un joven que vivía en el siglo XVI y que, desde su fe cristiana, quiso ser el mejor en todo, quiso llegar, a través de sus actos, palabras y obras, a la santidad cristiana.
En medio del camino a la universidad, donde enseña derecho, lo sorprende una terrible tormenta, llueve torrencialmente, muy cerca cae un rayo y parte un árbol, está muy asustado y tiene miedo. Y el joven profesor hace lo que hacen (casi) todos: Se dirige a su santa preferida, a Santa Ana, reza, y rezando le hace una promesa a Dios, pero pone una condición: “si llego sano y salvo a mi destino…, entonces voy a servirte con mi vida..”
Y llega sano y salvo a su destino, renuncia a su cargo y quiere cumplir, no es como muchos que se olvidan pronto de sus propias palabras…, golpea la puerta de un convento de los Agustinos para iniciar una vida como monje, una vida en santidad, quiere dedicarle toda su vida a Dios, a un Dios duro, castigador, vengador, un Dios represivo, violento… Es la imagen que tiene, imagen creada por la historia y el tiempo que le toca vivir. Lo que busca con desesperación es la paz, la paz consigo mismo y, sobre todas las cosas, con ese Dios. Pero no la encuentra. Cuando más se esfuerza más se aleja de Dios. Y el pobre monje cae en un profundo pozo de depresión y comienza a odiarse a si mismo. ¿Por qué no encuentra lo que tanto busca?, porque se autocondiciona: quiere ser un “buen” cristiano, quiere ser el mejor, quiere obedecer las reglas y normas de la orden de los Agustinos y de la iglesia: ”Hago lo imposible, soy el más detallista.., el mejor cristiano…, pero Dios parece estar cada vez más lejos…”. En este estado, ya al borde de la muerte, lo encuentra su superior quien le entrega una pequeña cruz y le dice: “…lo único que tienes que hacer es mirar esa cruz, y lo único que tienes que decir es soy tuyo…”, y es como si de repente el joven se olvidara de todo: de las reglas, de todo aquel que, hasta este momento, era imprescindible…, se olvida de si mismo, es decir, ya no le pone condiciones a Dios, él, el joven monje agustino y perfeccionista ya no existe…, solo Jesús…, se entrega, se deja caer…, en los brazos de su Salvador…; es la primera vez que puede confiar de verdad, es la primera vez que puede creer, es la primera vez que está en paz consigo mismo, con Dios y con todo el mundo…, y de repente ve con mucha claridad el camino que ha de transitar… A su amigo, el gran filósofo Erasmo de Rotterdam le dirá muchos años después: “…en aquel momento me inundó la Gracia de Dios, y en aquel momento entendí que Dios es amor…”
La Gracia de Dios se expresa como amor, es la capacidad de amar incondicionalmente. El amor es como un árbol que produce muchos y buenos frutos, y los frutos son: perdón, paciencia, esperanza, alegría, bondad…, valores que, en un mundo dominado por la oscuridad, el odio y desprecio por la vida, son como luces, luces que iluminan, orientan, quitan la angustia. Luces que se alimentan de la luz verdadera: Jesucristo. Es lo que definimos una vida en “santidad”.
Démosle gracias a nuestro Dios por este lugar que, además del conocimiento, enseña los valores que nos transmite el Rey de Reyes, el hijo de un carpintero, démosle gracias a nuestro Dios por aquellos que con mucho esfuerzo y sacrificio personal han asumido el desafío de crear, edificar un lugar tan lindo, tan importante en la vida de niños, adolescentes y grandes, démosle gracias a nuestro Dios por la vocación de cada maestro, de cada maestra. Todo esto es Bendición.
Porque las únicas manos que tiene Dios en este mundo para obrar son las nuestras.
Amén.
Pastor Reiner
A continuación el saludo del Padre Jorge