Mes de la Biblia

En septiembre toda la comunidad cristiana celebra el Mes de la Biblia con el objetivo de propiciar el encuentro personal con Dios a través de la Sagrada Escritura.
La Biblia es una carta de amor que Dios nos escribe a nosotros.
Hoy más que nunca se hace necesario volver a la fuente de vida, de la cual brota la abundancia y la plenitud para cada vida humana. Pero para ello es necesario profundizar en la persona de quien nos dio a conocer la misma: Jesús. Es muy difícil un encuentro con Él si no tenemos contacto con su Palabra. Él nos dice: “Allí donde está tu tesoro, está también tu corazón”. ¿Dónde tenemos puesto nuestro corazón?; ¿con qué cosas está ocupado?
Les hacemos las siguientes propuestas para acercar y ocupar nuestros corazones con la palabra de Dios:
1.- Realizar una lectura diaria de los textos bíblicos: De esta manera nos unimos a toda la Iglesia que ora al Padre meditando los mismos textos. También nos acostumbramos a una lectura continuada de la Biblia, donde los textos están relacionados y lo que leemos hoy se continúa con lo de mañana. La lectura diaria de los textos nos permite escuchar a Dios que nos habla en la Biblia.
- – Leer un evangelio entero “de corrido”: descubrirás la trama de la vida de Jesús escrita por cada evangelista. Muchos detalles y relaciones entre los textos que cada evangelista utiliza quedan al descubierto cuando uno hace una lectura continuada. Para iniciar te recomendamos la lectura del evangelio de Marcos que no es muy largo y es una muy buena “puerta de entrada” al mensaje de Jesús.
Esperamos que durante este mes de la Biblia puedan experimentar y disfrutar el acercamiento a la palabra de Dios.
Los invitamos a mirar los siguientes videos para profundizar en el significado y evolución de las Santas Escrituras
A continuación, compartimos con ustedes un texto sobre la vida y obra de San Jerónimo cuyo papel en la traducción de la Biblia ha sido invaluable:
San Jerónimo
(Eusebio Hierónimo, también llamado San Jerónimo de Estridón; Estridón, actual Croacia, hacia 374 – Belén, 420) Padre y doctor de la Iglesia especialmente recordado como autor de la Vulgata, una célebre traducción al latín de las Sagradas Escrituras destinada a tener una amplísima difusión más allá incluso de la Edad Media.
Perteneciente a una familia acomodada, Eusebio Hierónimo cursó estudios en Roma, donde fue discípulo de Elio Donato y se apasionó por la cultura clásica. Posiblemente hacia el año 366 fue bautizado por el papa Liberio. En los años siguientes San Jerónimo realizó numerosos viajes por Europa y se sintió profundamente atraído por la vida monástica. Hacia el año 373 decidió marchar a Oriente y pasó algún tiempo en Antioquía. Fue entonces cuando, tras una crisis espiritual, se prometió no volver a leer ni a poseer literatura pagana.
Poco después inició un período que duró dos años como eremita en el desierto de Calcis, en busca de paz interior. Entregado a la oración y al ayuno, estudió también griego y hebreo. Como consecuencia del cisma de Antioquía, San Jerónimo dejó el desierto para trasladarse a aquella ciudad. Allí fue ordenado presbítero y el año 382 regresó a Roma como secretario del papa Dámaso I. Durante este período inició la revisión de la versión latina del Antiguo Testamento, obra en la que trabajaría toda su vida.
Tras la muerte del papa en el 385 marchó a Belén, en Palestina, donde fundó un monasterio en el que permanecería más de treinta años hasta su muerte. Por la indiscutida autoridad de que gozaría durante siglos en el seno de la Iglesia, su traducción al latín de la Biblia, la Vulgata, es considerada una de las obras cruciales de la historia del cristianismo. De entre sus tratados religiosos cabe destacar sus numerosos escritos en torno a temas bíblicos y el De viris illustribus (Sobre los varones ilustres), colección de vidas de autores cristianos. Combatió las herejías de Orígenes y Pelagio, y mantuvo también una extensa correspondencia en la que defendió los ideales de la vida ascética. Su festividad se celebra el 30 de septiembre.
¿Cómo entender el mensaje de la Biblia?
Guttemberg, al inventar la imprenta, editó la Biblia como primer libro impreso.
La Biblia es el libro más leído del mundo, tra ducido a todas las lenguas. Sus ideas han impregnado profundamente nuestra cultura occidental. Se le llama también: la Escritura (por excelencia) o sagrada Escritura, así como Antiguo y Nuevo Testamento.
“Biblia” es una palabra griega en plural y significa: “libros”. En realidad se trata de toda una pequeña biblioteca de más de 70 volúmenes. Es la colección de los distintos escritos sagrados del pueblo de Dios, redactados a lo largo de más de 1000 años y en tres idiomas diferentes: hebreo, arameo y griego.
El número de los 46 libros del Antiguo Testamento se basa en el canon (lista normativa) de los “Setenta” (la versión grecoalejandrina de la Biblia hecha del siglo 3 a.c. en adelante, usada más tarde por los apóstoles). El canon palestinense, seguido por los judíos y, en general, por los cristianos no católicos, tiene siete libros me nos: Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiástico, Baruc, 1 y 2 de los Macabeos (y partes de Ester y Daniel). son los libros que nosotros llamamos “Deutero canónicos”.
El Nuevo Testamento consta de 27 libros, de los cuales se destacan los 4 Evangelios según San Mateo, San Marcos, San Lucas y san Juan. (Estos son cuatro versiones de la única Buena Noticia que nos trajo Jesús.)
LA BIBLIA ES PALABRA DE DIOS Y PALABRA DE HOMBRES
Los escritos de la Biblia son sagrados por haberse redactado bajo la inspiración divina (Compare 2Pe 1,21 ; 2Tim 3, 16). Sin embargo, seria equivocado imaginarse a los autores sagrados sentados al escritorio y escribiendo al dictado palabra por palabra lo que el Espíritu Santo les sopló.
La Biblia es en su totalidad obra de Dios y es también en su totalidad obra humana, como la música debe atribuirse enteramente al guitarrista y a la guitarra. San Lucas (1,3) como el autor de) 2 Macabeos (2,26) nos hablan de su trabajo. Además es evidente que cada uno tiene su propio estilo: el de san Marcos difiere mucho del de San Juan. Inspiración quiere decir: El Espíritu santo, respetando las cualidades de cada uno, los guió interiormente de tal manera que no pudieran errar. Con todo, quedaron dependientes de su propia formación, de la mentalidad y los conocimientos de su época y ambiente.