Pentecostés-palabras del Pastor Reiner-

Pentecostés 2020-Comunidad educativa Colegio San Esteban-
De repente todo ha cambiado, ya nada es como era antes. Costumbres, la vida cotidiana, las formas de saludarnos, la vida social y económica…, todo está en “veremos”, incluso están los que nos dicen que “ya no hay normalidad”.
Hay un nuevo “espíritu” que nos domina, el espíritu de la incertidumbre, del miedo, el espíritu que genera en nosotros el deseo de distanciarnos, de recluirnos, tanto físicamente como también en lo psicológico… El otro deja de ser mi prójimo y se convierta en una amenaza.
La palabra “espíritu” está relacionada con otra: “poder”. Una fuerza invisible, pero real, que nos atrapa, domina, manipula, guía. A veces en el mundo reina el espíritu de guerra, del odio, de la discriminación, en la familia nos domina el espíritu del egoísmo o de la envidia. En nuestra sociedad hay un espíritu que genera, a través de las personas, la “grieta”, es un espíritu que no quiere que haya consenso, o que haya diálogo y respeto mutuo. Muchas veces sabemos que “algo” está mal, mi actitud, mis palabras, mis gestos…, pero hay como una fuerza que no me deja cambiar el rumbo. Todos estos espíritus, y muchos más, reinan en el mundo y todos son “humanos”, producto de nuestra capacidad destructiva.
Pero hay otro espíritu, muy distinto porque no proviene del hombre. Pero también es una fuerza que es capaz de actuar con mucho poder, es el “Espíritu Santo”.
Es el mismo espíritu que actuó al comienzo de todos los tiempos: “…la tierra estaba desierta mientras el espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas.” (Génesis 1,1), luego leemos, en el segundo relato de la creación que “…Yavé formó al hombre con polvo de la tierra, y sopló en sus narices aliento de vida.” (Génesis 2, 7)
Es, entonces un espíritu que genera vida, es un espíritu constructivo, positivo.
En pocos días, el próximo domingo, los cristianos en todo el mundo celebran la fiesta de Pentecostés, es el cumpleaños de la Iglesia Cristiana. ¿Por qué? Luego de la muerte de Jesús y su resurrección, en el grupo de los discípulos de Jesús reinaba el espíritu de la confusión, de la incertidumbre. ¿Cómo seguir las enseñanzas del maestro si ya no está presente físicamente? 50 días después del domingo de Pascua (por eso pente-cinco) los discípulos se reúnen en Jerusalén, seguramente para discutir acerca del futuro (algunos, sin lugar a dudas, con ganas de volver a casa…). De repente sucede algo muy extraño: una fuerza no humana, se apodera de los discípulos y comienzan a “entenderse” y a superar las diferencias y así, de un momento al otro, lo ven todo claro: su misión en este mundo.
La gran Iglesia Cristiana que existe en todo el mundo y con múltiples formas y tradiciones diferentes, esa iglesia nació aquel Día de Pentecostés, cuando Dios Padre y Creador derramó sobre los discípulos su Espíritu de Vida (Hechos 2, 1-21).
Hace unos años me habían invitado a una celebración en una enorme catedral en el Sur de Alemania. La invitación respondió a un motivo especial: en aquel templo celebran todos los años la fiesta de Pentecostés de una manera poco común: Debido a la llegada de cientos de miles de refugiados procedentes de muchos países y continentes en las ultimas décadas, allí en Alemania los fieles de los distintos credos cristianos comenzaron a edificar sus propias comunidades y templos. En Pentecostés la congregación de la catedral quiere celebrar este día junto a sus hermanas y hermanos de “todo el mundo”. Así que entramos en procesión los religiosos y representantes de sus respectivas iglesias: Ortodoxos Griegos y Rusos, Ortodoxos Sirios, Coptos Egipcios, Bautistas Coreanos, representantes de muchos países africanos y, por supuesto, algunos Latinoamericanos (entre ellos yo). Era como un mar de colores, los africanos, incluso, entraban bailando y cantando. Luego comenzó la celebración en idiomas distintas. Al final, cuando rezamos el Padre Nuestro, cada uno en su idioma, me inundó una sensación de profunda alegría y paz. Al menos 50 idiomas diferentes, pero todos nos entendimos…
Pentecostés, obra del Espíritu Santo, del Espíritu de la paz y de la esperanza.
Que reine entre nosotros y en nosotros el Espíritu de Dios, el Santo, para que podamos dar un testimonio distinto, un testimonio de la vida, de la esperanza, del amor verdadero, un testimonio de la fuerza creadora de los comienzos.
Amén
Pastor Reiner